lunes, 16 de marzo de 2015

El colorido en las flores.

¿Quién no ha visto alguna vez cientos de flores en una pradera de múltiples colores? Pero, ¿por qué tal cantidad de coloridos? Bien sencilla es la respuesta: para atraer al mayor número de animales, generalmente insectos, posible, que son los que las polinizarán. Las flores anemógamas son pequeñas y sin colorido, puesto que no hay necesidad de gastar recursos en ellas al ser polinizadas por el viento.

                                                              Tulipanes y prímulas.

                                                                      Margaritas arbustivas.

                                                              Flores de Chorissia speciosa.


Los insectos los colores que mejor ven son la gama del azul y los ultravioletas, pero, entonces, ¿cómo tal variedad de rojos, amarillos y anaranjados en el mundo de la floración? Lo que nosotros vemos es el rojo a secas,  pero ellos captan la luz ultravioleta reflejada por el mismo, así que al ser fácil de obtener el color, sirve para su cometido.

                                                                      Flor de nenúfar.

                                                                               Rosa.


                                                                     Planta de orilla.

Si ven tan bien el azul, ¿por qué tan pocas flores de este color? Es un color difícil de conseguir, lo cual no implica que a lo largo de la evolución muchas plantas no se hayan esforzado al máximo en crear flores azuladas, pero el blanco crea el mismo efecto que. el azul y es mucho más fácil de conseguir que el otro, así que muchas plantas optan por este segundo color que además se ve mejor con poca luz.



                                                                    Hibiscos o pacíficos.


Narcisos.


Ciruelo en flor.


Los insectos tienen dos clases de pigmentos, lo cual les permite diferenciar algunas tonalidades de colores. Los receptores pigmentarios de los insectos están mucho más desplazados hacia el ultravioleta que los de los humanos, lo cual le permite ver perfectamente esta radiación. Uno de estos pigmentos absorbe el azul y el ultravioleta y el otro absorbe el verde y el amarillo. Ésto quiere decir que no son capaces de discriminar entre colores puros de otros que son una combinación, más o menos como los daltónicos pero con las frecuencias desplazadas hacia el ultravioleta. Tampoco ven demasiado bien el rojo puro, pero en las selvas hay muchas flores con tonalidades cálidas debido a la gran abundancia de pájaros polinizadores.


                                     
                                                                          Tulipanes.
Para leer más.

Vídeo explicativo sobre la visión de los insectos.



Frutos, nutritiva adaptación.

Los frutos producidos por las plantas no son producidos de manera gratuita, son creados con un claro fin: la dispersión de las semillas.

Las plantas tienen diferentes métodos para expandir sus dominios mediante la propagación de semillas, ya sean preparadas para ser llevadas por el aire (como las sámaras de los olmos) por el agua (como los cocos) o bien haciendo uso de los animales para su dispersión. Estos son los métodos más comunes.

                                                                              Peras.

                                                                            Ciruelas.

Pero, ¿cómo hacer que cierto animal trasporte sus semillas y las lleve a otro lugar donde germinar? Sencillo: haciendo que dicho trabajo le parezca apetitoso. Las semillas las tienen normalmente en el interior de frutos con grandes contenidos en azúcares, carbohidratos o incluso lípidos, entre otros, además de una gran cantidad de agua. Todo ello constituye un gran alimento para numerosos animales, pero las plantas se han asegurado de que los animales no se lleven su recompensa sin cumplir con su parte: sitúan las semillas de tal forma que no suelen tener más remedio que ingerir o dispersar las semillas si quieren comer. Así sucede por ejemplo con los cítricos, cuyos frutos están divididos en "gajos" y en el interior de cada gajo se encuentran las semillas. Los gajos están separados unos de otros por unas fuertes membranas, quedando cada uno como una unidad independiente y siendo complicado comerse uno sin ingerir la propia semilla que alberga en él.

                                                                                                     Limones.

Otras frutas, como las manzanas, están diseñadas para que al picotearlas las semillas salgan de la fruta y caigan rebotando en el suelo. Ésto se ve muy bien en los nísperos del japón, cuyas semillas están recubiertas de una sustancia muy resbaladiza y lamiosa, que hace que cuando caiga al suelo se desplace a gran distancia. A su vez, es prácticamente imposible para un ave picotear uno sin que caigan las escurridizas semillas de su interior.

                                                                       Nísperos del Japón.

                                                                        Manzanas.

Algunos como los higos, están diseñados para que el pájaro ingiera las simientes sí o sí, y así las disperse.  Además, muchas semillas como las de los mismos higos no germinan a no ser que hayan pasado por los ácidos estomacales del animal, lo cual controla el número de nacimientos cerca de la planta madre y en cierto modo evita la superpoblación.

                                                                            Higos.

Los mamíferos también toman parte en el asunto ingiriendo frutos tales como los melocotones.

                                                                             Nectarinas.

                                                                                                    Ciruelas.

Un caso un tanto especial es el de los frutos secos. Las bellotas, nueces, castañas o avellanas son semillas altamente nutritivas, pero si el animal que se quiera alimentar de ellos casi que tiene que matar a la propia semilla para poder hacerlo, no tiene aparentemente sentido este método, pero sí que lo tiene: estos árboles o plantas como las legumbres producen grandes cantidades de semillas que los pequeños mamíferos recolectan sin cesar en otoño (cuando maduran estratégicamente) para almacenarlos para el crudo invierno. No todas son consumidas, siempre se olvidan de algunas que enterraron (puesto que ese es su principal método de colecta) y ello propicia que la semilla, ya enterrada y lista para pasar el invierno al calor de la tierra, germine sin problemas en primavera.

                                                                             Bellotas.

                                                                           Almendra.

Castañas.

Frutos secos.


Cabe destacar que actualmente la mayoría de frutos que consumimos han sido modificados genéticamente para bien del hombre, lo cual podría desconcertar al ver el tamaño que adquieren muchos frutos como las manzanas, que en su origen fueron mucho más pequeñas y cumplían perfectamente su función. Ahora un ave tendría que picotear muy profundo para alcanzar las semillas y que éstas pudieran caer. Por no mencionar los frutos creados sin semillas como las naranjas de ombligo.

Papayas.

                                                                                                        Uvas.

Muchos frutos están preparados para un animal específico, mientras que otros, no están atados a la llegada de cierta especie.
Las bayas, por ejemplo, son especícicas de las aves fructívoras y maduran adquiriendo colores muy llamativos para atraer su atención.

Grosellas.

                                                                     Frambuesas y casis.
                                                                                                    


domingo, 15 de marzo de 2015

Curiosa adaptación: pirofilia.

Como ya sabemos, cada planta ha desarrollado un método diferente para dominar frente a las otras, o simplemente, para lograr hacerse un hueco en el ecosistema.
Estas adaptaciones deben permitirle a la planta alguna ventaja frente a las otras, que le permita,  por ejemplo, un mayor éxito reproductivo.  

Otra adaptación es la resistencia al fuego, llamada pirofilia, y es de ésta de la que os voy a hablar en esta entrada.

La pirofilia la podemos definir como la resistencia innata de algunas especies vegetales ante un incendio forestal.

Los incendios no siempre son provocados por el hombre, hay lugares, como el bosque mediterráneo,donde se producen regularmente incendios originados por tormentas secas con aparato eléctrico hacia finales del verano. Debido a lo seco del clima mediterráneo, el fuego se abre paso con facilidad entre una vegetación seca y que arde con mucha facilidad. Ciertas plantas se han visto obligadas a soportar estos incendios e, incluso, en algunas zonas de Australia donde también son comunes los incendios, han creado una dependencia reproductiva total del fuego, dejando de ser una simple defensa.

Dicho ésto, abramos paso a explicar los diferentes métodos utilizados por algunas plantas para resistir semejante catástrofe.

En los bosque mediterráneos son comunes los alcornoques, sobre todo en bajas latitudes. Son unos árboles robustos, de crecimiento lento y de porte grande. Pertenecen a la familia de los Quercus. Presenta diversas adaptaciones a su hábitat, como hojas espinosas para protegerse de los depredadores, gruesas, pequeñas y cubiertas de una película cerosa para evitar una exesiva desidratación por ósmosis durante el verano. Pero la más curiosa de sus mejoras genéticas es la presencia de una corteza "esponjosa" e ignífuga, que se regenera con facilidad y que le protege de los incendios, los cuales solo pueden quemar las ramas más débiles (dependiendo de la intensidad del mismo) y las hojas, permitiendo que posteriormente broten nuevas ramas de los troncos que quedan.

                                                                         Alcornoque.

Otras plantas mediterráneas, como algunas bulbosas o tuberculosas pueden "renacer" tras el incendio. éstas plantas no solo se han adaptado para el fuego, también tienen el ciclo de la mayoría de las bulbosas al revés. Si en climas más fríos éstas plantas brotan en primavera para retirarse en otoño y pasar el invierno sin hoja ni raíces, las mediterráneas se aletargan en verano para sobrevivir a las tórridas temperaturas y brotan con la llegada de las temperaturas más suaves y las lluvias.

Hay plantas que simplemente tienen una gran capacidad de regeneración, como son las zarzas o los palmitos, sin llegar a considerarse pirófitas.


Al otro lado del mundo, en el continente australiano, nos encontramos con una gran cantidad de plantas que no solo resisten asombrosamente bien los fuegos, sino que dependen de ellos de una forma u otra.

Un árbol sorprendente en este sentido es el eucalipto, autóctono y oriundo de Australia, lleva tras de sí una larga lista de mala fama y odio. Ésto se debe a la capacidad que tiene para eliminar la competencia con sustacias tales como el eucaliptol. Crece muy rápido y en poco tiempo sustituye al bosque autóctono si se introduce en él, ya sea por medio humanos o por su alta capacidad de invasión y dispersión.

En los bosques gallegos, por ejemplo, el eucalipto es casi una plaga, debido a que allí los incendios no son naturales, sino provocados por el hombre, y las plantas que en sus montes habitan no suelen estar muy preparadas para el fuego, sin embargo, los eucaliptos allí introducidos sí lo están, y no solo eso, incluso poseen aceites en las hojas muy inflamables que unidos a lento proceso de descomposición crea al caer al suelo junto con las largas tiras de corteza mudadas una capa sobre el suelo altamente inflamable, y pronto desplaza al bosque autóctono.

Algunos eucaliptos, como el Eucalyptus globulus, presentan en los ejemplares muy jóvenes unas yemas latentes y sustancias de reserva en unas estructuras llamadas "lignotubérculos", que en caso de un incendio, al estar bajo tierra, propicia una rápida regeneración de las plantas jóvenes. Los adultos presentan cortezas semi-ignífuga que, alrededor del tronco y en las ramas más gruesas, permiten la protección de numerosas yemas latentes ante un incendio de grado medio, por lo que el árbol brota con facilidad tras éste y recupera en pocos años su copa. 

Además, sus semillas son muy resistentes al fuego y caen al suelo en masa tras un incendio fuerte.


                                            Eucaliptal.                                       


Hay algunos arbustos cuyas semillas no pueden germinar a menos que "sientan el calor del fuego". Es decir, o hay un incendio o las plantas no nacen, ya sea porque las semillas no se preparan o porque las cápsulas o vainas que las contienen no se abren para dejarlas salir.

Otro caso curioso es el conocido como "árbol del niño negro" o "árbol hierba" (por sus hojas), que es una planta no considerada árbol ni hierba, más bien tiene un grupo especialmente para él. Esta planta crece pocos milímetros al año, y necesita del fuego para su reproducción, puesto que si no se quema, no florece.  El tronco se quema por fuera adquiriendo un color carbón y de ahí le viene el nombre.


                      Restos de un eucalipto calcinado.

To read more about that plant, click here. (Está en inglés, por eso pongo el nombre en inglés).

Muchas plantas comienzan su ciclo reproductoria tras un fuego porque así sus descendientes se encuentran poca competencia durante sus primeros años.

En resumen, hay plantas dependientes totalmente del fuego y que incluso lo inducen.